El nombre de Juan Carlos Leiva se ha tomado la portada de varios medios de comunicación después de que se viralizara su triste historia sobre cómo perdió la vida tras cuidar a su perrito en medio del frío que azota a Argentina.
Leiva era un hombre en situación de calle que prefirió quedarse con su perrito Sultán en lugar de ir un refugio, ya que en esos lugares no era permitido el ingreso de mascotas. Si bien hubo ocasiones en que intentó ingresar con Sultán, Juan terminaba golpeado y con moretones.
Dicha situación los llevó a ambos a dormir en la entrada de un edificio en la calle Perú, Mendoza, donde solo había un techo que los cubría. Esto provocó que las frías noches enfermaran a Juan, quien terminó perdiendo la vida el pasado 4 de junio.
El caso de Juan fue dado a conocer por una trabajadora del edificio, identificada como María del Carmen Navarro, que contó al diario Los Andes que el único deseo de Juan "era cuidar al perro”.
Los días previos a su muerte María le insistió que fuera al médico, pero él no quería dejar solo a Sultán. “Yo le decía que fuera al hospital, que yo me quedaba con el perro, pero no quería dejarlo solo. Me decía balbuceando que cómo iba a hacer para buscarlo después. Él lo único que quería era cuidar al perro”, recordó María en diálogo con el diario.
Tras la insistencia de María y otros vecinos, Juan acudió a un centro de salud el día 26 de mayo, donde los médicos detectaron que su salud estaba grave. Según consignó TN, sufría EPOC, neumonía y un problema cardíaco.
Finalmente, fue derivado al hospital Scaravelli de Tunuyán, "donde murió solo, lejos de sus conocidos, sin que su hijo –también en situación de calle– pudiera ser localizado", aseguró el citado medio.
¿Qué pasó con el perrito Sultán?
Tras la muerte de Juan Carlos Leiva, María lo cuidó un par de días en su hogar: "Le armé una casita, le llevé el colchón sucio de Juan para que no lo extrañara”. Sin embargo, tuvo que buscar otra familia porque ella ya tenía otros animales rescatados, por lo que la hija de los dueños de un kiosco de la zona, que conocía a Juan y a Sultán, adoptó al perro.
“Ahora duerme calentito, con un abrigo azul, en un sillón de su nueva casa. Le dije a Juan que estaba cumpliendo mi promesa: que Sultán tuviera un buen hogar”, afirmó.
“Juan no tenía nada, pero tenía un amigo y tenía valores.Dio la vida por su perro”, concluyó María.