La hija mayor a cargo de sus padres en edades mayores, la abuela que cuida a sus nietos todos los días de la semana, la esposa que atiende a su marido con algún tipo de demencia, a su hijo o familiar con discapacidad, son situaciones vividas frecuentemente por mujeres durante la vejez.
Esta realidad se enmarca en la denominada feminización del cuidado, concepto que en Chile y el mundo hace referencia a la alta concentración de mujeres en roles de cuidado, especialmente en el ámbito informal y no remunerado. “Detrás de este fenómeno hay factores culturales, sociales y económicos que refuerzan la idea de que las mujeres son responsables de los familiares con algún tipo de dependencia, como niños, personas mayores o personas con discapacidad”, comenta Michel Madrid, psicóloga clínica especialista en cuidadores y familias de personas que viven con demencia.
En este contexto, las mujeres mayores que cuidan quedan en riesgo, porque asumen la tarea solas, muchas veces en contra de su voluntad y sacrificando sus propias necesidades de cuidado. “Un ejemplo es el llamado síndrome de la abuela esclava, donde la mujer mayor se ve sobrecargada cuidando de sus nietos cuando los padres no pueden o no quieren hacerse cargo. También son frecuentes casos de mujeres mayores que se encargan de sus padres, sin apoyo familiar en el quehacer diario y sin recibir remuneración”, detalla Ana Paula Vieira, psicóloga experta en gerontología y directora de la Fundación Míranos, dedicada a la prevención del suicidio en personas mayores.
Cuando se cuida sin tener apoyo existe “mayor riesgo de experimentar síntomas depresivos y ansiosos. La carga de cuidado y la falta de tiempo para el autocuidado suelen ser factores claves en el deterioro. Además, las mujeres mayores que cuidan de manera intensa, es decir, todos los días, o por más de 4 horas al día, muestran niveles mucho más bajos de satisfacción con la vida, y esto probablemente pueda estar relacionado a la sensación de aislamiento, agotamiento y la falta de apoyo”, puntualiza Madrid.
Este conjunto de síntomas es lo que se conoce como el síndrome del cuidador, que, en casos severos, puede inducir a la ideación suicida. “En quienes ejercen este rol es frecuente ver desesperanza dada la alta sobrecarga emocional y física, más aún cuando se trata de una actividad informal no reconocida por el círculo cercano”, puntualiza Vieira, quien editó Silencios ¿Por qué debemos hablar del suicidio en la vejez?, libro en el que junto a Madrid aborda esta temática en uno de sus capítulos.
Caminos de apoyo y sororidad
“La idea es que vayamos abordando este problema con el sistema integral de cuidados para tener acceso a los servicios públicos. Que haya corresponsabilidad entre el mercado, el estado y los hogares, y que existan políticas que faciliten la participación laboral de las mujeres cuidadoras”, manifiesta Michel Madrid.
A juicio de Ana Paula Vieira, el cuidado a nivel comunitario es vital. “Como vecinos y vecinas, amigos o conocidos, podemos activar redes para apoyar a una mujer mayor que cuida, por ejemplo, ofreciendo ayudas concretas. Podemos ir a realizarle las compras, acompañarla a urgencias, dar almuerzo o colaborar con la medicación. Escuchar y acompañar, compartir una taza de té, café, son gestos muy valiosos también. Estar atentos a nuestro entorno, y actuar desde la empatía, es una ayuda tremenda para alguien que cuida sin parar”.