Sin duda, el "El caso de los hermanos Rojo" es uno de los más inquietantes de la historia policial chilena y que perdura en la memoria de la gente. Junto a Margarita Rojo y a Paula Ovalle analizamos los hechos para establecer el nivel de maldad de Jeanette Hernández, declarada culpable por el parricidio de su hijo.
El macabro crimen ocurrió el 17 enero del 2008 en la vivienda que la mujer compartía con su familia, en Puente Alto. Es en enero del 2010, cuando la justicia declaró culpable a Jeanette Hernández del parricidio de su hijo Esteban Rojo, de 7 años; y del parricidio frustrado de su hijo mayor, Pablo Rojo, de 16. Los menores fueron brutalmente agredidos con un martillo en la cabeza.
El pequeño Esteban murió a causa de los golpes y fue encontrado en el piso de la casa, más precisamente, en su pieza; mientras que Pablo -quien quedó gravemente herido- fue encontrado en el sillón del living donde se había quedado dormido. Pablo resultó con daño neurológico para siempre, ya que alcanzó a recibir ayuda médica.
Pero, ¿por qué la propia madre habría atacado a sus hijos e incluso asesinando a uno?
Fueron los celos desmedidos que sintió Jeanette por la amistad de su marido, Pablo Rojo, y una cantante de rancheras del barrio. Cegada por el enojo, decidió vengarse de lo que ella consideró una traición, acabando con la vida de los niños, ya que así le haría daño a su marido.
Para Margarita Rojo, psicóloga forense y analista: "existen madres que realizan estos actos para vengarse, no se conforman con dañar a quienes les hicieron daño sino que quieren verlos sufrir y el padre de estos niños sufrió".
El fiscal del caso, Pablo Sabaj, habló sobre la infidelidad del padre: "nunca se pudo comprobar ni siquiera un indicio de infidelidad, pero en la cabeza de la Sra Jeanette empezó a pesar".
Jeanette nunca reconoció el crimen cometido. Y si bien diversas pericias demostraron que tenía problemas psiquiátricos, se determinó que se trataba de una persona imputable. Durante el juicio oral, Hernández aseguró que tenía sueños premonitorios y también que podía comunicarse con su hijo muerto.
"Ella tenía importantes rasgos psicopáticos, por lo tanto no habían emociones encontradas con sus hijos y ella se respaldó en que una persona es imposible de matar a sus propios hijos, pero ella en verdad actuó a sangre fría", recalcó Margarita.
La madre de los niños fue condenada a presidio perpetuo, del cual debe cumplir como mínimo 20 años de cárcel efectiva.