Silencio, silencio y más silencio. Lo piden los jueces, la gente hace caso y tres voluntarios apoyan desde las esquinas del Centro de Entrenamiento Paralímpico con unos carteles azules. Es fundamental, el gólbol no se explica de otra forma.
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En su primer día como voluntaria, Gabriela Uribe (24) se suma a la enorme responsabilidad de no emitir ruido. Reconoce que no conocía el Para deporte. “La semana pasada vi una noticia en televisión, ahí conocí cómo funcionaba”, comenta. Por temas de trabajo, no había podido ser parte de los Juegos Panamericanos y se anotó en el Programa de Voluntariado, pues “siempre me ha gustado ayudar y veo todo tipo de deportes”.
La oriunda de Puente Alto describe la experiencia de vivir el gólbol en vivo y en directo: “Cuando empieza el partido el ruido que existe es mínimo, no hay. Me sorprende el público que realmente está consciente de eso, la gracia es que el balón posee una especie de campanita que pueden percibir los Para atletas, considero que la capacidad auditiva que tienen es increíble”.
Portar uno de los carteles que dice “silencio” significa una gran responsabilidad. “Esto requiere tener toda la concentración en el partido, hay momentos donde ocurren faltas, también hay tiempo para que el espectador celebre los goles y saque la euforia, por lo tanto nosotros tenemos que estar muy atentos a todo y dar la señal correcta”, añade.
No sólo ama observar competencias deportivas, sino también practicarlas en cancha. Gabriela, que es ingeniera civil industrial, juega vóleibol convencional desde hace 12 años. Lo conoció cuando estudiaba en el liceo y curiosamente prefería el básquetbol, pero la decisión de una amiga la acercó al deporte del cual está enamorada.
“Luego, cuando entré a la universidad, me probé en la rama, quedé y jugué ahí desde el 2017 hasta el primer semestre de este año. Ahora entreno lunes, miércoles y sábados en el Club de Vóleibol Pirque. Los viernes tenemos campeonatos”, cuenta.